(Montaje fotográfico: https://www.youtube.com/watch?v=CidnLWFCU9w)
A Maite y a Kikey a los que comparten con él
rompiendo la soledad.
Y a todos aquellos con los que
hice parte de mi camino y
desconocí
después de haberlos conocido.
No es difícil llorar en soledad,
pero es casi imposible reír solo.
(...Y reí en compañía y lloré...sola)
(...Y reí en compañía y lloré...sola)
3 de abril. Miércoles. Compartiendo algo más.
Partimos pronto de Boadilla para
evitar los temibles atascos que se podían producir a++ la salida de un fin de
semana tan largo como era éste en la Comunidad de Madrid que incluía desde el jueves
al domingo y con un tiempo que prometía. Afortunadamente el tráfico por la N-I era fluido y en escasas tres horas estábamos de nuevo en
el aparcamiento de la Plaza
de Santa Teresa en Burgos.
Aquí un poco después nos recogió nuestro amigo para
llevarnos a su casa, donde después de jugar un buen partido de tenis,
compartimos una encantadora cena con cinco comensales más que resultaron ser,
sin excepción, divertidos y entretenidos, creando un clima acogedor que
contribuyó a integrarnos a un grupo ya formado y con muchas puntos en común
entre ellos.
Pero sobre todo los que allí
estuvimos compartiendo esa noche fuimos un grupo de siete buenas personas, con
todas sus letras, reunidas en torno a una peculiar mesa, en un lugar muy muy
especial y donde cada uno olvidó durante esos instantes las circunstancias, a veces no elegidas, que nos habían llevado hasta allí. Posiblemente algunos
habíamos podido elegir estar, pero otros quizás habían sido empujados por una cadena de decisiones o circunstancias, algunas inevitables.
Pero en aquella reunión, aquellos
que allí lo tenían todo o casi todo, aquellos que quizás habían podido elegir
más libremente su destino, arroparon con su amistad y calor a los que las
circunstancias les habían apartado de su familia y de sus amigos llevándolos
hasta aquellas frías tierras. Unos y otros se abrazaban dando, recibiendo y
sobre todo compartiendo. Yo, aquella
noche, aunque me sentí integrada, fui más espectadora de una realidad que me
rozó hace 30 años y que a ellos aún les tocaba de lleno. La amistad, la
solidaridad, la generosidad rodeaba a este grupo de personas al que
espontáneamente nos habían sumado.
Así, entre risas, comentarios
jocosos y animada charla la madrugada
del día siguiente nos sorprendió. Y tengo que confesar que pese a que intenté
oponer toda la resistencia que pude, sobre todo cuando oí la propuesta de ir a
bailar, el cansancio se apoderó de mi y me rindió a partir de la media noche. A
esa hora, mi cabeza realmente se empezó a convertir en una calabaza.
Terminamos de recoger y pese a la
hora ya, que rozaban las dos, decidimos levantarnos pronto, alrededor de las
8,00h. Esta vez era ya la cuarta que parábamos en Burgos a disfrutar de la
compañía y siempre excelente hospitalidad de mi amigo, compañero y contrincante
de tenis, obligado a dejar su hogar y a su familia en Madrid, para vivir en
esta hermosa y fría ciudad a la que él se había adaptado a la perfección. Y es
que supongo que toda una vida rodando por distintos lugares te vuelve adaptable
y mimético a todo por una mera cuestión de
supervivencia.
Y esta vez sí que habíamos
decidido rendirnos a la petición reiterada de nuestro amigo de dormir en su
casa. Las otras lo habíamos hecho en nuestra autocaravana, pero esta vez las
circunstancias eran otras ya que a la mañana siguiente, él no debía acudir a su
trabajo temprano si no que íbamos a compartir un día de ruta por las Hoces del
Ebro para después, quedarnos nosotros en Aguilar de Campoo y ellos dirigirse a
descansar a su casa en Santander.
Y amigo, si algún día tienes
tiempo de dedicar unos minutos a la lectura de este relato, decirte que fue
todo un placer dormir en un sitio tan tan peculiar y que eso ya forma parte de
mi historia. De la nuestra.
Y si en otras cosas he cambiado,
en lo de extrañar camas no, y para mi desgracia el sueño no me rindió hasta
pasadas las 3,30 horas; después me desperté con el quejido de Angel a quien una contractura muscular en la pierna
lo tenía retorcido de dolor. Cuando cesó, conseguí dormir hasta las 7,30, y
tampoco he cambiado mucho en necesitar un mínimo de horas de sueño, antes,
siete u ocho, ahora seis. Esto, sumado a un pequeño pero muy molesto trancazo
que me dejaba sorda y que me producía mocos sin cesar, me hacía temer que
no iba a estar a “gas completo”. Pero,
era “lo que había” y con eso tenía que tirar el día y lo conseguiría, o al
menos, eso deseaba.
1 de mayo. “Cuando alguien entra en nuestra vida nos acompaña siempre”
Orbaneja del Castillo |
A las 8 andábamos ya trasteando y
un poco después, disfrutando los cuatro de un sencillo y apetitoso desayuno
para que un poco después de las 9, dejáramos Burgos, rumbo Norte, a Orbaneja
del Castillo donde empezaríamos nuestra pequeña ruta hacia el Oeste y que durante cerca de 60 kilómetros nos
llevaría hasta Aguilar de Campoo en un recorrido en el que visitaríamos ermitas
rupestres, románicas, parajes y cuevas.
La carretera sinuosa y serpenteante
nos lleva hasta Orbaneja del Castillo,
uno de los pueblos más pintorescos de la provincia de Burgos donde sorprendentemente
pudimos elegir aparcamiento.
Dela
Cueva del Agua emana un arroyo que atraviesa el caserío
dividiéndolo en dos barrios, para
precipitarse en cascadas escalonadas hacia el Ebro que corre encajonado por su propio cañón. Este invierno nos había regalado
abundantes lluvias así que la cascada, hermosa como todas, se lanzaba al vacío
cargada de agua. Por segunda vez, ya que la descubrimos causalmente hace unos
años, disfrutamos de este lugar absolutamente excepcional, no solo por su
paisaje, sino por su arquitectura montañesa –conjunto histórico desde 1993- y rodeados de un marco incomparable. Junto a
la carretera, pozas de un color verde esmeralda (gours) y rodeadas del verdor de la primavera,
remataban este espectáculo tan hermoso como inusual.
De
Pero sobre todo tuvimos el raro privilegio
de disfrutar de paz, ya que a esas horas todavía la gente no había comenzado a
llegar invadiendo sus calles y rincones, así que sentados en una sencilla
terraza disfrutamos de unos pinchos acompañados por una inusual soledad.
Cuando dejamos Orbaneja, la gente
comenzaba a llegar. Era como si todos se hubieran puesto de acuerdo y
decidieran reunirse allí comenzando su peculiar invasión.
Pusimos rumbo a Arroyuelos, a su ermita rupestre. Una señal que aparece en la misma carretera junto a la que indica hacia San Martín de Elines y su colegiata, nos envía a la derecha, ascendiendo
Arroyuelos |
Era la primera iglesia rupestre que veíamos, al menos nosotros. Estas iglesias o eremitorios se refieren a un lugar de culto o retiro que fue excavado y vaciado en una piedra. En ocasiones pudieron aprovechar una cueva natural o un abrigo rocoso. Este fenómeno se remontó a los albores del cristianismo y fue el primer germen monástico dominante en los siglos altomedievales.
La de Arroyuelos, parece datar
del siglo X. Aprovecha un enorme peñasco que debido a sus proporciones permitió que se construyeran dos niveles de
altura, como lo muestran las numerosas marcas de mechinales o agujeros que se
pueden apreciar en toda la cueva. Desde el exterior observamos que consta de
dos naves paralelas separadas mediante arcos de ligera herradura que descansan
sobre un impresionante pilar central. A la entrada encontramos algunas tumbas
antropomorfas excavadas en la roca.
San Martín de Elines |
De aquí nuestro siguiente punto de destino era la colegiata de San Martín de Elines a la que se llega cruzando la carretera general y continuando recto desde Arroyuelos.
Tras una curva emerge la estampa soberbia de la cabecera de la iglesia monástica con una torre cilíndrica nada habitual. Es elegante y armoniosa. Aparcamos sin dificultad y mientras esperábamos a que terminara la anterior visita compramos unos panetes de leña al panadero que venía en su coche vendiendo el pan a los vecinos.
Y llegados a este punto conviene
decir que todos los lugares que pretendíamos visitar estaban cerrados al público y era
necesario contactar con la persona que tenía las llaves para acceder a ellos. En algunos figuraba el teléfono en la puerta, pero en
otros no. Yo anteriormente había tenido
la precaución de ir contactando con ellas o al menos, tenerlas localizadas,
pero tuvimos la gran suerte, por unas
circunstancias u otras, de ir encontrándolos todos abiertos.
Tan solo unos diez minutos
después, las puertas de esta Colegiata se abrieron a nuestros curiosos ojos que
contemplaron una auténtica joya del románico puro, del siglo XII. Al parecer, San Martín de Elines perteneció a
un Monasterio mozárabe del siglo X, pasando después a ser Colegiata (busqué en
la wikipedia su significado y una definición enlazaba con otra pero entendí,
aunque puedo estar errada, que una colegiata es un lugar, que sin ser catedral,
posee un cabildo que son un grupo de clérigos que ayudan al obispo) y por
último parroquia.
Accedemos a un encantador
claustro de forma trapezoidal donde hay varios sepulcros de abades.
Destaca un sarcófago denominado “sepulcro del Caballero Peregrino”, con dibujos geométricos en su tapa y de arcos en sus dos laterales, sin representaciones vegetales o humanas y que reúne varios estilos aunque parece predominar el gótico. Es sencillo y exquisito y nos deleitamos en su contemplación. Está apoyado sobre dos perros que simbolizan la fidelidad.
San Martín de Elines. Sepulcro del Caballero Peregrino. |
Destaca un sarcófago denominado “sepulcro del Caballero Peregrino”, con dibujos geométricos en su tapa y de arcos en sus dos laterales, sin representaciones vegetales o humanas y que reúne varios estilos aunque parece predominar el gótico. Es sencillo y exquisito y nos deleitamos en su contemplación. Está apoyado sobre dos perros que simbolizan la fidelidad.
Además hay varias pilas
bautismales de parroquias próximas y que han sido depositadas aquí.
Entramos a la iglesia a través de una sencilla puerta.
Entramos a la iglesia a través de una sencilla puerta.
San Martín de Elines. Iglesia |
San Martín de Elines. Iglesia |
Ya en el exterior me centro en
los canecillos o “canutillos” como los llamábamos en broma. Me entretiene y
divierte mucho identificar los que tienen representaciones eróticas que siempre
suele haber en las iglesias románicas. Encontrar figuras en claras posturas
exhibicionistas, o eróticas, o simplemente representando personajes distintos a
los religiosos, es algo que rompe y añade algo divertido y lúdico a lo que en
principio no lo es. En ésta había leído que
había varios pero por más que me empeño en identificarlos, no lo
consigo, a excepción de dos mujeres abrazándose, que con la mente algo retorcida,
podríamos decir que eran dos lesbianas.
Sorprendidos aún por esta maravilla que casi está en medio de la nada, retomamos nuestro camino y junto a la carretera y a nuestra derecha encontramos la pequeña y encantadora ermita rupestre de Cadalso. Aparcamos, bueno, realmente nosotros nos retiramos un poco al arcén y fueron nuestros amigos los que aparcaron como “dictan las normas” para echar un breve vistazo. Pero nuestra buena estrella nos sigue acompañando y aparece la señora que tiene las llaves y que nos dice que todos los días da un paseo hasta aquí. Así que nos abrió para poder disfrutarla. Es pequeñita, de una sola nave techada por una irregular bóveda de cañón. Pequeños vanos horadados en la misma roca proporcionan iluminación a su interior.
Cadalso |
Es curioso como nos aferramos a
cosas, a elementos inertes a los que vamos dotando casi de vida según vamos
cumpliendo años y que pasan a ser una parte muy importante de nuestros
recuerdos a los que asociamos siempre sentimientos y emociones. Tanto, que si desaparecen o se deterioran nos afecta
profundamente. A veces ponemos tanto afecto en estas cosas que su pérdida o deterioro pueden sumirnos en una profunda tristeza. Y perdón por estos renglones de quizás, absurda
reflexión…Mi excusa: me hago mayor.
Indignada, sigue hablando y hablando y ahora solo a Angel
que pacientemente la escucha mientras que los demás nos dirigimos ya a nuestras
respectivas naves para continuar nuestro camino.
Villanueva de la Nia |
Estábamos en la de San Juan Bautista en Villanueva de
Y vuelo a mi infancia, al
campanario de la iglesia del pueblo de mi madre. Eran los chicos los encargados
de tocar las campanas, pero a mi me encantaba, y alguna vez me escapaba a
hacerlo o al final de la misa –marimacho, me llamaba mi abuela- . Recuerdo el
ensordecedor ruido que hacían que me obligaba a taparme los oídos. Entonces no era tan consciente como ahora de
las bellísimas vistas sobre el Valle Amblés que mis ojos contemplaban desde ese
campanario, que todavía existe y al que recientemente he subido, aunque ya, no
se tocan las campanas. Lo hace un dispositivo electrónico en su
lugar.
Después de cerrar la claraboya,
descendimos y dimos una vuelta a la iglesia. Pese a que sí que miré los
canecillos, no lo debí de hacer con la suficiente atención, porque los había
con motivos eróticos y yo no fui capaz de descubrir ninguno, pero sí los chicos
(deben tener una configuración cerebral distinta….). Si bien es cierto que algo
me comentaron, creí que me tomaban el pelo y me quedé sin verlos. Así que
continuamos nuestro camino hacia nuestra siguiente parada, la ermita de Santa María de
Valverde, cuya visita parecía ser la más complicada de hacer, ya
que la señora que custodiaba las llaves tenía un horario limitado aunque en su lugar
podíamos llamar al párroco.
Santa María de Valverde |
Cerca de la hora de comer fuimos buscando posibles lugares donde poder hacerlo en el exterior y por pura coincidencia dimos con el centro de interpretación de las iglesias rupestres del valle de Valderredible, entre Castrillo y San Martín de Valdelomar.. Un pequeño y acogedor aparcamiento daba al edificio del centro con una pequeña pradera verde y algunos árboles alrededor junto con una fuentecilla . Solos, decidimos parar aquí y nuestro amigo vio que en la parte superior y sobre una loma había una iglesia cubierta con una techumbre y que estaba abierta. De nuevo, nuestra buena estrella no nos había abandonado ya que se trataba de la iglesia que buscábamos, la de Santa María de Valverde. La puerta de acceso estaba abierta al haber varios operarios cortando la hierba de alrededor.
Accedemos a su interior y nos
sobrecoge su extraña belleza. Esta ermita sigue ejerciendo de iglesia
parroquial de la localidad. Tiene dos naves paralelas separadas por pilares
cuadrados, la principal, de mayor anchura y una lateral algo más angosta y
separada mediante arcos de ligera herradura. Esto parece ser el resultado de la
unión de dos templos distintos.
La luz se cuela por pequeñas
ventanas laterales y parece jugar en su interior con las sombras que producen
sus arcos. Abriéndose paso entre la penumbra, parece acariciar oscuros rincones iluminándola tenuemente, dotándola de una
singular y misteriosa belleza. Y lo mejor, la soledad con que la disfrutamos, por lo que el
lugar me pareció mágico.
Santa María de Valverde |
Regresando de nuevo a ésta, nos quedamos un rato frente a ella, contemplando los sarcófagos antropomórficos que había a la entrada y yo hice la travesura del día introduciéndome en uno para comprobar su tamaño. Justito para mí que tengo 1,60 de estatura y el ancho parecía medido. Mi amigo rápidamente hizo la broma de “¡corre, busca la tapa!”. Ahora que lo pienso un poco,… parecía hecha a mi medida.
Extendimos unas mesas y sillones
al sol y mientras que se calentaba la comida, disfrutamos de un breve aperitivo
hasta que nos sentamos a dar buena cuenta de ella. Estábamos cansados, la paz
era casi total, el sol nos acariciaba suavemente, el entorno era especial y una
suave música acompañada del trino de los pajarillos. Nos dejamos envolver ….así
que uno a uno fueron cayendo en un sueño plácido y sereno. Y digo "fueron" porque
yo, pese a notar el cansancio, el sueño no conseguía atraparme. Fui, volví, les
fotografié, saqué una manta y la puse en el suelo, me tumbé,…nada, hasta que ya muerta de
envidia por el descanso del que estaban disfrutando mis compañeros de viaje, me
metí en la autocaravana y allí, como si tuviera ya 80 años y me hubiera
acostumbrado a una rutina, caí en un breve y restaurador sopor.
Santa María de Valverde |
Del resto del centro no pudimos
disfrutar ya que, por primera vez, al mirar el reloj vi que faltaba tan solo
una hora y media para nuestra cita con la visita a la cueva de los franceses y
antes tenía previsto un paseo por el paraje natural de Covalagua. Así no
pudimos disfrutar de un audiovisual que nos ponía en antecedentes del fenómeno y de su contexto
histórico.
La información que tenía era que
después de Revilla de Pomar y tras una curva pronunciada y a la izquierda,
había un pequeño aparcamiento desde
donde comienzaba una senda de un kilómetro que nos llevaría a la cascada de Covalagua.
Covalagua |
Pero curiosamente, y pese a haber
sido un invierno de muchas lluvias, el agua era escasa y yo me sentí algo
decepcionada. Al menos llegar no nos había
supuesto un gran esfuerzo, es más, habíamos disfrutado del corto paseo.
En realidad esta cascada es una
surgencia que brota del interior por donde discurre por cuevas (entre ellas la de los
franceses que visitaríamos después) y
que sale al exterior en forma de pequeñas cascadas que no pudimos disfrutar por
la escasez de este líquido elemento. El agua desciende cargada de carbonato
cálcico disuelto y en el exterior se precipita en forma de terrazas que el
musgo va cubriendo, creando pequeñas piscinas naturales y
mezclándose con materia vegetal formando una roca especial llamada “toba
calcárea”.
Covalagua |
El agua estaba tranquila, era transparente y cristalina, pero….sobre todo era pura y tenía la sensación de que la contaminaría si tan solo la rozaba con mis dedos, como si fuera a robarla su pureza o virginidad.
Regresamos en animada charla y
pusimos rumbo a lo que sería nuestro último destino por hoy: la cueva de los
francesas, que encontramos en medio de un páramo. El edificio, tengo que
decirlo, feo, artificial. Es lo único que hay en medio de la más absoluta nada,
por lo que aún, su fealdad destaca más.
Había llamado por teléfono para
reservar, y menos mal, porque la afluencia de público era considerable y
posiblemente no habríamos podido entrar. (http://www.lacuevadelosfranceses.es/).
Abonamos nuestra correspondiente entrada (3€ por
persona) y a las 19 horas nos recogió un joven con el que descendimos un
nutrido grupo para iniciar la visita a
esta gruta, cuyo nombre proviene por ser el lugar de enterramiento de soldados
franceses durante la guerra de la independencia.
Cueva de los franceses |
La cueva es una belleza
geológica, grande y muy bien preparada para ser visitada con comodidad, con
pasarelas y escaleras que la hacen accesible a casi todo el público y un
recorrido prácticamente vertical con pequeños desniveles.
Pero para mí, el grupo era demasiado
numeroso con algún que otro niño chillón, otros charlatanes y padres un poco
maleducados que impedían que nuestro
guía desarrolla su labor con cierta comodidad y que los demás pudiéramos seguir
sus explicaciones.
Y algo que me entristeció
profundamente: colonias de musgos poblaban las paredes donde había focos. El
guía me explicó que habían cambiado el sistema de iluminación y ahora al ser leds
y no dar calor, los musgos terminarían por morir. Pero mirara por donde mirara,
el color verde cubría extensas zonas. Quizás exageré un poco o quizás estaba
muy influida por nuestra reciente visita a la cueva de Candamo donde nos
dijeron que había tenido que permanecer cerrada durante muchos años por que
colonias de musgos la poblaron acabando con muchas pinturas que
llevaban allí miles de años y que ya nunca, jamás, podríamos disfrutar. Creo
que nunca sabremos a donde puede llegar nuestra influencia negativa sobre estos
entornos únicos hasta que haya pasado mucho tiempo y a lo mejor, sea irrecuperable, como en
Candamo. Menos luz, menos gente, grupos más reducidos, exigiendo a la gente que
sea respetuosa con este entorno único, que no toquen nada y UNICAMENTE se
limiten a admirar. Vamos, una labor de concienciación con estos ecosistemas
únicos, a parte de dirigir un grupo, explicar, enseñarnos “espeleotemas”
(formaciones que tienen semejanzas con figuras). EDUCAR, que bien nos hace
falta y es que eso es lo que hicieron con nosotros en Candamo y lo que eché
aquí de menos.
Aunque la visita me gustó, gruñí,
por los niños, por los padres y por su estado de conservación y mis amigos me
llamaron la atención por esto. Y puede que tuvieran razón, pero no puedo dejar
de sentir tristeza y de enfurecerme con ciertos comportamientos y actitudes de
la gente.
Del total de la cueva, son visitables
unos 500 m .
Pasarelas y escaleras nos van trasladando entre impresionantes estalactitas,
estalagmitas y coladas por este mundo subterráneo, misterioso y
bello. De todos sus rincones y formaciones me gustó especialmente una zona
donde estalactitas y estalagmitas se alargaban hasta tocarse y fusionarse formando
unas delicadas y elegantes columnas.
Al final, en unas gradas, nos
hicieron una proyección original sobre una pared de piedra. Mi opinión…igual de
crítica. Sobra o quizás, está bien pero la hubiera añadido una mayor
“profundidad”, redundando en el aspecto educativo que he mencionado anteriormente. Puede que sea
excesivamente crítica, sufro por ello y no disfruto todo lo que debería. Pero también
tiene su otro lado: cuando algo me gusta, la disfruto con mucha mayor
intensidad, o al menos, eso creo y poseo casi intacta una cualidad infantil: la
de sorprenderme y emocionarme si lo que contemplo es realmente hermoso. Vaya lo uno por lo otro.
A la salida una densa niebla nos
envolvió así que ir al mirador de Valcabado no tenía sentido por lo que pusimos
rumbo a Aguilar de Campoo, al área de autocaravanas donde pasaríamos la noche. Nuestros amigos deciden acompañarnos y tomar un
último refrigerio allí.
En el área encontramos tan solo dos autocaravanas más,
una nacional y otra alemana, así que escogemos sitio. Decidimos por la hora
–las 20,30- buscar algo para cenar todos. Vacío el frigorífico y
escarbo en los armarios hasta reunir cena para los cuatro, lo que no fue
difícil. Y así, en agradable y animada conversación y mucha mejor compañía, la
noche comenzó a abrazarnos invitándonos, a nosotros al descanso y a ellos a
partir hacia Santander, donde pasarían la noche y continuarían su propio fin de
semana.
A las 21,30, con la oscuridad
casi cerrándose, y apenados un poco por quedarnos tan solos otra vez,
despedimos a nuestros amigos y nosotros nos preparamos para descansar de un
día, absolutamente delicioso.
Desde hace casi 25 años, y
exceptuando el fin de semana que salimos con nuestro amigo Jesús y su grupo de
autocaravanas, no habíamos viajado nunca con más gente, y ésta era la primera
vez que compartíamos una ruta de cierta intensidad con alguien. A mi juicio, un éxito ya
que habíamos cumplido todos los objetivos marcados, y nosotros al menos, lo
habíamos disfrutado mucho y ellos, según nos dijeron, también. Había habido
tiempo para todo: para circular por carreteras, para disfrutar del arte, pasear
por parajes, y para tomarnos un merecido descanso y disfrutar de la paz de un
hermoso lugar. Mis amigos se mostraron
como unos excelentes compañeros de viaje con los que repetiremos, si se dejan,
además de poder combinar dos formas distintas de viajar ya que en todo momento
ellos lo hicieron en su propio vehículo.
Y el sueño nos derrotó en muy
poco tiempo y nos mantuvo rendidos hasta las 8 de la mañana del día siguiente,
casi 9 horas durmiendo. Y aún necesitaría más.
2 de mayo, jueves. “(...)Donde fuiste feliz alguna vez, no debieras volver jamás(...)”
Aprovechamos el punto y cargamos
y descargamos agua, pero a parte de entretenernos en esta operación, nos surgió
un problema adicional. Habíamos comprado una tablet de 7” –no sin ciertas dificultades
que no voy a narrar- en la que nuestro amigo Jesús (siempre tengo que
agradecerle no solo su sabiduría, sino su generosidad) nos había instalado dos
navegadores. Tanto en el viaje de ida, como ayer, había funcionado a la
perfección, pero hoy, no conseguía conectar con los satélites y buscaba señal
de GPS sin encontrarla. Ni con el “Tom-Tom” ni con el “Sygic”, lo cual me
resultaba altamente sospechoso, así que me puse en contacto con él, y siempre
amable me dijo que siguiera intentándolo que posiblemente si lo lograba, no se
atascaría más, pero que si no era así, podríamos pensar en algún problema en el
aparato.
El navegador instalado en el teléfono móvil (también por él) encontró los satélites sin problema así que sin querer demorarnos más iniciamos nuestros viaje dejándonos guiar por él y poniendo
rumbo hacia Villaescusa de Torres para
visitar el paraje de “las Tuerces”,
aunque para nuestra alegría, la tablet “encontró los satélites” y por ahora –y
toco madera- no ha vuelto fallar.
Las Tuerces |
Las Tuerces |
Aunque no era nuestra intención inicial, a lo tonto, iniciamos la subida y ciertamente, con poco esfuerzo nos pusimos casi arriba y con un poco más, arriba del todo contemplando un paraje único y hermoso. Si la vista desde allí sobre la llanura era hermosa, no lo era menos lo que teníamos a nuestro alrededor. Un paisaje cárstico, extraño, salvaje, muy atractivo y casi mágico. Y no solo por el esfuerzo de la llegada.
Las Tuerces |
Caminamos sin rumbo, de una formación a otra, atrapados por este enigmático lugar. Nos introdujimos por un pequeño desfiladero umbrío de paredes grises verticales donde apenas penetraba la luz. El suelo estaba tapizado de helechos, dos especies, una especialmente bella por su color, la lengua de ciervo. Salimos de él y seguimos perdidos hasta llegar a una explanada donde había una enorme roca llamada “la seta” por su forma y encima de ella….una cruz de hierro.
Las Tuerces |
Angel quiso fotografiarla pero la cruz se veía por todas partes y su enojo fue en aumento según se movía buscando el ángulo adecuado, diciendo que por qué ponían cruces en monumentos naturales si él no iba poniendo piedras en las iglesias. Este comentario despertó mi hilaridad, y tengo que reconocer que tenía más razón que un santo. En fin. Sobran comentarios.
Iniciamos el breve descenso para
poner rumbo a Mave, a visitar su
monasterio y el Cañón de la
Horadada.
Pero cuando llegamos a este pueblecito no encontramos nada, así que continuamos nuestro camino hasta llegar
a Santa María de Mave, otra
localidad en donde encontramos nuestro Monasterio románico, y de nuevo la
suerte nos acompañaba.
Estaba abierto aunque en la
puerta figuraba un número de teléfono al que llamar si lo hubiéramos encontrado
cerrado. Lo único visitable de este Monasterio Benedictino era su monumental iglesia a la que se accedía por una arco de medio punto
decorado con sierras. Su interior era muy hermoso. La luz vencía aquí a la oscuridad
y a la cierta tristeza que parece
gobernar la mayoría de las iglesias románicas. Quizás por el color de la piedra, o por sus
ventanales, o por la luminosidad del día o por la hora y la orientación, o por
todo esto a la vez, su interior era más luminoso de lo habitual en este tipo de
templos y la luz que entraba se
derramaba tímidamente por el interior. Tiene tres amplias naves rematadas en una cabecera
de tres ábsides semicirculares.
Pese a las exiguas explicaciones
del “guía”, este monasterio tiene una belleza especial y desviarse unos
kilómetros para conocerlo merece la pena.
Yo me empeñé en ver el claustro
(todo Monasterio lo debe tener) así que pregunté y muy escuetamente el “guía”
nos dijo que era un hotel y que era propiedad privada desde la desamortización.
No obstante me acerqué para pedir visitarlo y descubrimos un mágico –y supongo
que caro- rincón. Un hotelito con mucho encanto y glamour (El convento de Mave. http://www.elconventodemave.com/
) en un sitio tranquilo para apartarse del mundo. Y junto a él se anunciaba un
restaurante. Para un romántico fin de semana parecía un lugar más que adecuado.
La misma persona a la preguntamos
por el Monasterio, nos dio información también de donde encontrar la ruta hasta
el desfiladero de La Horadada , que partía en
el mismo Mave y allí nos dirigimos.
Tras dejar la autocaravana aparcada en la plaza de hierba y que invitaba a pasar una noche tranquila, preguntamos a una lugareña que nos indicó, pero mal, ya que nos dirigió por un camino que tras cruzar la carretera continuaba por el cementerio ascendiendo hasta dejarnos en una parte alta desde la que tuvimos una hermosa vista de todo el cañón y del río Pisuerga, pero desde arriba y a lo lejos.
Tras dejar la autocaravana aparcada en la plaza de hierba y que invitaba a pasar una noche tranquila, preguntamos a una lugareña que nos indicó, pero mal, ya que nos dirigió por un camino que tras cruzar la carretera continuaba por el cementerio ascendiendo hasta dejarnos en una parte alta desde la que tuvimos una hermosa vista de todo el cañón y del río Pisuerga, pero desde arriba y a lo lejos.
Cañón de la Horadada |
Resignados con nuestra suerte,
disfrutamos de la magnífica vista que teníamos y Angel, positivo, dijo que
contemplábamos el cañón desde otra perspectiva. Descendimos y pudimos observar
que si en vez de coger la pista que salía justo en frente y que pasaba por el
cementerio, hubiéramos girado a nuestra izquierda por la carretera, habríamos
dado con el camino -paralelo al que
tomamos- ya que una estaca señalaba la ruta hacia el cañón. Mala suerte. Aunque
valoramos la posibilidad de hacerla después de comer, lo desechamos ya que
Angel tenía el pie mal y ya habíamos andado hoy suficiente.
Regresamos a la autocaravana,
comimos y tras un fugaz descanso, pusimos rumbo hacia una señal de eremitorio que habíamos visto en la carretera
y que se estaba en Olleros de Pisuerga. Pero nos dirige por un camino de tierra por el que no se puede
transitar con coche, por lo que desconociendo la distancia y tal y como
estábamos, cansados, Angel aquejado de su pie y con el tiempo justo, decidimos
dedicar el resto de la tarde a regresar a dos lugares muy especiales para
nosotros en los que estuvimos justo durante este puente, 22 años atrás: El
monasterio de San Andrés de Arroyo y la iglesia de Moarves de Ojeda con cuya
fachada nos topamos en aquel entonces en la carretera dejándonos absolutamente
sorprendidos.
En San Andrés de Arroyo nos
reunimos tres parejas con nuestros hijos –aunque nuestro pequeño no había
nacido aún- durante un puente de mayo….22 años atrás. Al igual que nuestros
recuerdos, tenemos la gran suerte de contar todavía con su amistad.
Así que pusimos nuestro primer
destino en Moarves, pero en la carretera nos encontramos con un conjunto
monumental de varios edificios de ladrillo, una especie de tapia-muralla, y una
iglesia. Es curiosa la memoria, porque yo no recordaba esto, pero era San Andrés de Arroyo, así que decidimos
parar. Aparcamos, no sin cierta dificultad porque Angel se metió en una especie
de fondo de saco y dar la vuelta resultó de lo más complicado.
San Andrés de Arroyo (puerta y rollo) |
De esto si me acordaba, ya que en aquel entonces, y supongo que ahora, lo cerraban por la noche y a mí –madre primeriza- no dejaba de inquietarme pensar que alguno de nosotros pudiera necesitar salir con algún niño por la noche (llevábamos tres entre todos).
Pero el rollo no lo recordaba. Sí el comentario de nuestro amigo Jesús, siempre muy versado en estas cosas, que dijo que
Hace 22 años no existía el turismo
rural y nuestro amigo, recomendado por otro, solicitó a la Abadesa el uso de una de
estas viviendas que formaban el Monasterio. Las cedían gratuitamente si tenían alguna
referencia ya que querían que la gente que se alojara fuera respetuosa con el lugar
y con ellas, monjas de clausura. Y allí estuvimos, pasando unos deliciosos y
fríos días, porque no había calefacción y tan solo disponíamos de una estufa de
gas en el salón enorme y cuyo uso nos controlaba la monjita que hacía de enlace
y que de vez en cuando venía a vernos sentándose con nosotros para charlar. Mis
recuerdos son ahora demasiado fugaces: el exterior, el enorme comedor, una
bañera preciosa del principios del XIX, el
frío, una gigantesca tarta de hojaldre y nata que nos hicieron para nosotros y
como no, el impresionante claustro que pudimos visitar en soledad y el privilegio
del que pude gozar fotografiándolo. Todavía conservo la ampliación que hice de
la fotografía de su columna más famosa, esa cuyo capitel, único, está vaciado
para dejar esculpidas unas hojas que son pura filigrana. Y mi memoria no llega a más.
Y me gustó regresar, estar y
recordar, pese a aquellas palabras que
nuestro amigo Jesús nos citó de Felix
Grande: “Donde fuiste feliz alguna vez no debieras volver jamás”.
Este Monasterio cisterciense fue
fundado en el siglo XII por una condesa de la casa de Lara y siempre ha estado
habitado aunque sufrió la desamortización en el XIX, pero cobró vida 20 años
después con una comunidad de monjas cistercienses.
En una esquina del recinto
encontramos un grupo de gente. Me informo y hay visita cada hora en punto, la
siguiente, a las 17h para la que quedan escasos quince minutos que aprovechamos
para ver la iglesia con una bonita cabecera que no recordaba, de una sola
nave con crucero y tres ábsides. La luz se colaba por sus grandes ventanales
derramándose en su interior. Una enorme cristalera separa un magnífico coro del
resto de la iglesia.
Regresamos y nos unimos a un
nutrido grupo de señoras de bastante edad. Junto a ellas tres o cuatro parejas
más. A la hora en punto sale una monjita que saluda cariñosamente a este grupo. Al
parecer se trata de unas monjitas que proceden de un convento de Fromista junto a las que comenzamos una tranquila visita al
claustro, lo más espectacular de este Monasterio.
Cuando atravieso la puerta y piso
el claustro es como si hubiera pasado por una puerta que me trasladara a otra dimensión, a otro tiempo. La emoción me
embarga. Todo sigue igual, parece que los
años no han pasado por este lugar. Porque ¿Qué son 22 años sobre sus más de 900 de existencia?.
Y ahora creo que disfruto más de su exquisita belleza.
Y ahora creo que disfruto más de su exquisita belleza.
Tardorománico, con los arcos ligeramente apuntados y parejas
de columnas con esbeltos fustes separados y sofisticados capiteles muy abiertos con
representaciones vegetales esculpidos al detalle, es de los más bellos que
conozco. Pero lo que más llama la atención son las columnas angulares con un
grueso fuste decorado con motivos geométricos y florales y en especial una,
aquella que fotografíe 22 años atrás (ahora sigue la prohibición expresa de
hacer fotografias) y cuyo capitel, único por haber sido vaciado para hacer el
motivo, parece encaje de filigrana.
Continuamos paseando por este
magnífico claustro guiados por la monjita (…una sonrisa se dibuja en mi cara al
recordar que David las llamaba “esponjitas”) hasta detenernos en su hermosa
sala capitular, decorada a la entrada con arquivoltas apuntadas y que guarda
los restos de las dos primeras abadesas en dos sarcófagos. Admiramos la hermosa
fuente árabe que se encuentra en el centro del claustro disfrutando uno a uno de la impresionante “vista
panorámica” que se tiene cuando miramos a través de los dos fustes de las
columnas del claustro hacia las esquinas. ¡Lástima no haber encontrado en
Internet ninguna fotografía porque la imagen es preciosa e inolvidable!.
Las monjitas que nos acompañan se
mueven despacio, algunas con dificultad y apoyadas unas en otras. Frágiles,
dulces, muestran su sorpresa y admiración por lo que observan y parecen sacadas
de un mundo aparte y puestas en éste tan solo por unos instantes. Los demás, ajenos
a este grupo tan peculiar, nos mantenemos a cierta distancia, quizás
prudencial, por temor a pisar a alguna o derribarla con un ligero movimiento. Y
terminamos nuestra breve visita en la despensa.
Embargados por la melancolía,
fotografié con el teléfono la fachada de lo que hace 22 años y durante unos
días felices, fue nuestro hogar compartido con nuestros amigos a los que unen
muchas cosas vividas a los largo de 35 años ó más.Toda una vida. Luego le
enviaría a Jesus estas fotos por WhatsApp –perdona Rafa, pero casi nunca lo
miras así que, para qué- que enseguida reconoció. Excelente cabeza, amigo. Los
años no parecen pasar por ella.
Dejamos este lugar cargado de
recuerdos para dirigirnos hacia Moarves
de Ojeda.
Y como la primera vez que la contemplé, sigue sorprendiéndome esta belleza de piedra rojiza. Y una vez más, la suerte seguía acompañándonos, ya que la iglesia estaba abierta y acababa de comenzar la visita para tan solo una pareja. Atravesamos decididos su puerta enmarcada con cinco arquivoltas algunas con anchos ajedrezados. Así que, casi en exclusiva, gozamos de las entusiasmadas y versadas explicaciones sobre esta espectacular iglesia que tiene una impresionante fachada decorada que contrasta vivamente con la sobriedad y sencillez interior, donde lo que más destaca es una pila bautismal restaurada que representa la figura del Patócrator rodeada con los…12 apóstoles MAS uno, y dada esta figura más, las hipótesis de quién sería el numero trece son varias.
Y como la primera vez que la contemplé, sigue sorprendiéndome esta belleza de piedra rojiza. Y una vez más, la suerte seguía acompañándonos, ya que la iglesia estaba abierta y acababa de comenzar la visita para tan solo una pareja. Atravesamos decididos su puerta enmarcada con cinco arquivoltas algunas con anchos ajedrezados. Así que, casi en exclusiva, gozamos de las entusiasmadas y versadas explicaciones sobre esta espectacular iglesia que tiene una impresionante fachada decorada que contrasta vivamente con la sobriedad y sencillez interior, donde lo que más destaca es una pila bautismal restaurada que representa la figura del Patócrator rodeada con los…12 apóstoles MAS uno, y dada esta figura más, las hipótesis de quién sería el numero trece son varias.
Y salimos a admirar el exterior,
su fachada meridional, de una gran belleza construida en piedra rojiza. La
puerta tiene cinco arquivoltas, algunas con ajedrezados que descansan sobre
columnas con capiteles que reflejan la lucha entre el bien y el mal. Por encima
de la puerta, su espectacular friso que tiene en su parte central la figura del
Patocrátor protegido con Tetramorfos y escoltado a ambos lados por todos los
apóstoles. Y aquí sí, son doce.
Y es difícil apartar los ojos de
esta belleza y nuestra vista recorre el friso y desciende hacia la puerta, pero
de nuevo se siente atraída por el friso y regresa a él.
Allí permanecimos un buen rato, en parte atrapados por la belleza de esta fachada, y en parte resistiéndonos a regresar.
Las 18,30 horas. Hemos de iniciar el regreso. Llegaríamos pasadas las 22 a Madrid sin nada que resaltar.
Allí permanecimos un buen rato, en parte atrapados por la belleza de esta fachada, y en parte resistiéndonos a regresar.
Las 18,30 horas. Hemos de iniciar el regreso. Llegaríamos pasadas las 22 a Madrid sin nada que resaltar.
Donde fuiste feliz alguna vez
no debieras volver jamás (…)
(…)Sabes que volverás, que te hallas condenado
a regresar, humilde, donde fuiste feliz.
Sabes que volverás
porque la dicha consistió en marcarte
con la nostalgia, convertirte
la vida en cicatriz; (…)
(Felix Grande)
Mª Angeles del Valle Blázquez
Boadilla del Monte, Mayo de 2014
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Moarves de Ojeda. Interior. Pila bautismal |
Moarves de Ojeda . Exterior. Patocrator. |